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Estrenamos restaurante – La Cabaña de Cecilón

Se llama La Cabaña de Cecilón. y es una arrocería situada en un campo de golf… en Sancti Petri Hill Golf, concretamente, aunque a ella pueden acceder socios y no socios de esas instalaciones.

La iniciativa es de Cecilio Rodicio e Isabel Bocuñano. Él es cocinero, y era el propietario de Arroces y Asados El Cecilón, una empresa de catering especializada que se quedó sin actividad por culpa de la pandemia. Isabel es camarera desde hace 21 años y trabajaba desde hace siete en el restaurante del club de golf. Cuando los propietarios decidieron buscar una nueva empresa que se hiciera cargo de las instalaciones, decidieron proponérselo a ella. Y así es como la pareja, en un tiempo prácticamente récord, acabó abriendo esta arrocería.

Han empezado a rodar sin carta. Cecilio explica que ofrecen arroces de marisco, negro, con carrillada ibérica, pollo de campo, verde, con rabo de toro o rebujado de ibérico. Este último lleva cuatro tipos de carne, una mezcla que le hace expresamente un carnicero amigo: abanico, presa, lagartillo y secreto. Todos los arroces, excepto el de marisco, se pueden gratinar con alioli.

Además de estos arroces -para dos personas y que no es preciso encargar- se pueden pedir ensaladas y algunas tapas. Están a la espera de que les instalen el horno de leña que les permitirá ofrecer asados y convertir el restaurante por las noches en un establecimiento dedicado a la cocina italiana, con pizzas, lasañas y asados…

La Cabaña de Cecilón cuenta con una gran terraza con vistas al lago del campo, y dos espacios diferenciados en el interior, con cuatro mesas en la entrada y un salón algo más elevado de unos 60 metros cuadrados.

De momento, han abierto con muy buen pie. Inauguraron el día 27 con un torneo, y desde entonces han tenido público, incluso entre semana, pese a la temporada y a las limitaciones de movimiento. Muy buena acogida, unida al intenso trabajo que les ha hecho falta para abrir en días un nuevo negocio: «Estoy de pie de la ilusión», asegura Isabel.

Crónica: Cosas de Comé